Una Noche Salvaje

Hola, me llamo Javier, vivo en Barcelona y esta es mi historia:
Conocí a María ya hace un par de meses, en una salida nocturna a la que fuimos con unos amigos en común. Me acuerdo muy bien de la impresión que me dio nada más conocerla: me pareció guapísima y mi mirada se hundió en la suya, vamos, que me sedujo a primera vista y ella se sintió igualmente atraída por mi. Después de ese primer contacto visual y tras haber tomado un par de copas, salimos del local en el que estábamos y fuimos a dar un paseo, estábamos cerca de la playa y el clima acompañaba bastante. Tras conversar durante algo más de una hora, decidimos regresar a buscar mi coche y fuimos a mi piso que se encuentra a las afueras de la ciudad. Una vez allí, puse un poco de esa música romántica que siempre se debe tener para estas ocasiones tan especiales... un par de copas más tarde nuestra atracción se desbordó y la respiración nos faltaba cuando los labios del uno se despegaban de los del otro. La noche continuó como si tal cosa, nos fuimos despojando de la ropa y la lanzábamos al suelo, el tiempo iba contrarreloj para nuestros corazones que cada vez palpitaban más deprisa. Nuestros cuerpos parecían dos volcanes en una plena erupción que nos conducía hacia el Apocalipsis. Recorríamos nuestros cuerpos y nos abrazábamos con tal lujuria que parecía que teníamos miedo de perdernos el uno al otro para siempre, como si el mundo fuera a acabar antes de que nosotros pudiéramos culminar lo que hacíamos como si se de una obra de arte se tratara.
Pasamos la noche entera unidos y al amanecer la acerqué a su casa. Le di mi número de teléfono y quedamos en vernos la semana siguiente. El tiempo que pasó hasta el día en que volví a verla se hizo eterno y enloquecía por momentos al no tener noticias suyas y no poder escuchar su voz en esa larga espera.
Al siguiente viernes me llamó y decidimos vernos en el mismo lugar en el que nos conocimos, volver a oír su voz fue para mi como una bolsa de aire fresco que volvía a poner mi corazón en marcha.
Cuando llegué a la puerta del local, ella aún no había llegado, la espera era tensa pero ella apareció pronto. Pude ver la felicidad que mostraba el brillo en sus ojos. No tuvimos tiempo de saludarnos y nos abalanzamos el uno sobre el otro, abrazándonos fuertemente como lo hicimos la noche que estuvimos juntos. Decidimos no entrar al local y volvimos a dar un paseo junto al mar.
Ella tenía algo muy importante que decirme, le costó bastante encarrilar el tema pues tenía que hablarme de alguien, no tardé en cerciorarme, me contó que tenía pareja y que nuestra pasión no podía seguir desatándose de la manera en que había sucedido la pasada semana. En un primer momento me sentí fatal pero le dije que la comprendía y que si su deseo era que no nos viéramos más yo haría todo lo posible por olvidarla.
Pasé un par de semanas horribles, no pude dejar de pensar en María, sentía que la necesitaba pero que ella no me iba a corresponder.
Otra de esas noches en que fui a tomar una copa con unos amigos, conocí a una chica con la recuperé las ganas por vivir y superar aquel amargo trago que el destino había preparado para mi.
La semana siguiente, después de estar maravillosamente bien con esta chica, recibí una llamada, sí, era María, me dijo que no podía esconder ante su novio los sentimientos que había despertado por mi. Yo le dije que no hiciera ninguna locura, que mi vida había retomado las riendas del amor con otra chica, que ahora ya había conseguido pasar el mal trago que me supuso el que ella tuviera novio. Pero realmente, sentí algo muy especial al volver a escuchar su voz, tuve deseos de querer volver a verla, de arroparla entre mis brazos, de sentir sus labios pegados a los míos, de recorrer su cuerpo. Tuve que mentirla, le dije que no quería volver a verla, que ya no sentía los sentimientos que hacían tan fuerte nuestra atracción.
Dos días más tarde no pude aguantar más la angustia que su llamada provocó en mi y decidí contactar con ella, de nuevo necesité ver el brillo de sus ojos y sentir el suave tacto de su piel. Quedamos el viernes de aquella misma semana. No pudimos contener nuestros sentimientos y la lujuria y la pasión, como era de esperar volvió a desbordarse, las noches que pasábamos juntos eran fantásticas, nunca antes había quedado atrapado de una mujer como María, pero otro hombre apareció entre nuestra historia y de buenas a primeras ella se fue destrozándome el corazón. No he tenido más noticias suyas desde entonces pero intentaré volver a contactar con ella, hacerla recapacitar y poder volver a unir nuestras vidas para siempre.

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