Un Verano Calentito

Mi nombre es Tomás y esta es la primera vez que envío un relato, así que espero que os lo paséis bien y os animo a contar vuestras historias.
Este último verano, en compañía de algunos amigos solteros nos fuimos de vacaciones a la costa del sol. Nuestra intención era ligar todo lo posible pero no os engañaré, yo no tenía muchas esperanzas de conseguirlo, pues el rollo playa y "guiris" no es lo mío... o no era lo mío, porque después de este agosto todo lo veo de otra manera.
El sábado 25 de agosto de 2001, (nunca olvidaré la fecha), después de estar toda la noche de juerga me levante realmente tarde, cerca de las cinco. Mis amigos aún dormían y decidí bajar a la playa a comer algo. Estaba muerto de hambre.
Las mesas del chiringuito estaban a tope, me senté en la barra y tras ojear un poco la carta pedí algo de comer. Justo frente a mí, en la otra parte del bar, habían dos extranjeras rubias, bastante guapas, con un bronceado tipo gamba que me llevo a pensar que debían ser alemanas, o suecas, o yo que sé.
Durante la comida me fije mucho en las dos chicas, disfrutando al ver como se cascaban ellas solas tres jarras de sangría. Entre risas y vasos del dulce néctar se pegaron unas cuantas "comiditas" de boca, de vez en cuando se giraban y se reían. Parecía una película de Almodóvar, el único que se daba cuenta era yo, y tras mis gafas de sol, no me perdía ni un segundo de toda la "movida".
La resaca aún tenía efectos sobre mí y aunque traté de no perderme el resto, mi vejiga no entiende de mujeres y las ganas de mear me mataban. A veinte o treinta metros del lugar donde me encontraba, había un servicio separado por sexos, de esos metálicos con capacidad para varias personas. El de los tíos tenía dos meaderos de pie, dos servicios con puerta, un gran espejo, y una magnífico secador "asesino". Ya sabéis, el típico lavabo de playa. Lo importante es que estaba limpio y, además, no había nadie tocando los huevos.
Estaba a punto de explotar, me acerque a un urinario de pie y... ¡Dios!, Que alivio... cerré los ojos, dejando caer la cabeza hacía atrás, sonriendo con una mezcla de descanso y liberación. Un escalofrío de placer recorrió mi cuerpo y después se hizo el silencio...
Sonó un portazo, me asusté y me apresuré a guardar mi apañada espada "Jedi". Giré sobre mí mismo con intención de lavarme las manos, pero topé con lo que pensé era un estúpido torpe que no sabe por donde va... pero "nooorllll", ¡la ostia Patxi!, Allí, delante de mí estaba una de las extranjeras, la más bajita. Con sus dos enormes melones un palmo por delante de ella, recogidos en un escaso bikini triangular.
¿Me he metido en el lavabo de tías? - Me dije. Nada de eso, he meado de pie. ¿Entonces?¿Qué pasa?. ¡Que "que" pasaba!, pues muy fácil. Sin darme tiempo a reaccionar, la rubita me echo mano a la polla y me dijo en un correcto español:
- ¿Te gusta la sangría?
- Sí... mucho... - respondí con voz de "primo".
La cabrona estaba buenísima, tipo Samantha Fox, no tan buena ni mucho menos, pero ya me entendéis, buenas tetas, buen culo, rellenita y con una larga cabellera rubia platino que recogía en dos trenzas como si fuera una colegiala, aunque debía pasar los veinticinco de calle.
Se abalanzó sobre mí y sin dejar de apretarme el paquete comenzamos a comernos la boca. Sin perder tiempo, con mi lengua aún entrelazada con la suya, le saqué sus gruesos pechos del sujetador. Eran de silicona, algo nuevo para mí, gordos, muy gordos.
La verdad, ninguno de los dos hablaba mucho y los gestos indicaban el camino a seguir. Chupé sus pezones de forma bruta y deslicé mi mano bajo sus cortos pantalones, topándome con su húmedo conejo. Poco vello, casi nada, y mis dedos entraron sin llamar a la puerta, porque estaba totalmente abierta. Ahí fue cuando me di cuenta de lo duro que tenía el cipote, parecía de madera.
- Ahora verás - pensé, al mismo tiempo que gruñía algo ininteligible.
- Me llamo Berta- Dijo ella con su voz entrecortada por la excitación.
- Yo, Tomy- Respondí, intentando parecer un poco más internacional.
La giré, la sujete por las coletas y la empuje hasta empotrarla en uno de los servicios con puerta que estaba abierto. Ella apoyó las palmas de las manos sobre los azulejos, bajo la cabeza y abrió sus piernas esperando la inyección fatal.
Aparté torpemente el tanga negro que recorría la raja de su culo, me agaché y me amorré entre su culo y su coño chupando todo lo que mi lengua alcanzaba. Eso duro poco y cuando me incorporé y mis pantalones cortos cayeron al suelo, fue como el aviso en los toros, y entre a matar. Mientras yo empujaba desde atrás, Berta se venía hacia mí propinándome fuertes golpes con su culo que todavía me ponían más cachondo. Ella decía algo en su idioma, yo, sin cortarme, le dije:
- ¿Qué estás diciendo, puta?- ¡Tócate los huevos! Era como una "peli" porno de video club, pero de las baratas.
- Fóllame fuerte, fóllame fuerte- Hablaba poco, la muy cabrona, pero sabía lo que decía.
No podía salir de mi asombro, en pocos minutos, había pasado de estar sentado en un bar de playa, resacoso perdido y con ojeras, a estar tirándome a una tía que te cagas en el sitio más guarro posible.
- ¡Siéntate!- Yo, obedecí.
Me senté en la taza y ella casi sin mirar se sentó sobre mí chupa chup de fresa y se lo metió enterito. Uno, dos, arriba y abajo. La puerta del servicio abierta, sus tetas reflejadas en el espejo. Berta saltaba y saltaba sobre mi polla, mi mano apretaba sus caderas. Empecé a darle ligeras tortas en los mofletes del culo, ella se apartaba el pelo para darse la vuelta y besarme. Mis manos no daban abasto, con una sola libre no cubría ni uno de sus pezones. Tras varios minutos ella, cansada, cedió en su ímpetu y entonces yo tomé la iniciativa. Decidí incorporarme, la arrodille sobre la taza del water con el culo en pompa poniéndome de pie con la puerta cerrada a mi espalda. Ahí lo vi claro, sé la tenia que meter por el culo. Primero volví a follarle el coño, y mi dedo pulgar, bien babeado, entraba con mucho cuidado en su pequeño ojete. A ver que decía. Ella no dijo nada. No tardé ni un minuto en probar su culo. Entró sin problemas, y nuevamente no dijo ni una palabra. Vaya chollo. Mientras, con mí otra mano intentaba masturbarla, pero Berta apartó mi mano para hacerlo ella misma.
Un portazo rompió el ritmo, Berta me hizo señas para que continuara, estaba de rodillas sobre la tapa del servicio y solo se veían mis pies. A ella pareció no importarle que hubiese gente en el servicio y yo continué.
-¡Ssssshh! ¡Ssssssshh!. Silencio- Decía Berta, mientras se movía lentamente conmigo dentro de su culo y se pajeaba a mil por hora. Brutal. Entonces se saco la polla del culo, hizo que me sentará y volvió a cabalgarme. Comenzó a clavarme las uñas en los hombros y con ligeros espasmos daba golpes sobre mí con sus caderas. Se estaba corriendo, ¡la jodida borracha se estaba corriendo!.
Yo tenia intención de continuar, ella estaba de acuerdo pues no dejaba de moverse. Nos besamos, intensamente, intentando alcanzar el fondo de nuestras bocas. Sudábamos, hacia mucho calor, pero no importaba.
¿Aún no se ha ido el pesado de antes?- Pensé, y en esos mismos segundos, coincidiendo con mi pensamiento, una voz llegó a nuestros oídos. Me quede helado, la amiga de Berta acababa de entrar en el baño y buscaba a su amiga. Pronunciaba un seguido de frases que yo no entendía. Berta se levantó, abrió la puerta y empezó a discutir con su amiga. Imagínate, yo sentado en la taza con la polla como una estaca y las dos rubias, una medio en pelotas y la otra que de reojo me iba mirando, diciéndole un montón de cosas a Berta.
Di por cerrado el asunto y trate de incorporarme para subirme los pantalones por si se liaba de verdad. Su amiga me frenó, se dirigió a mi en su idioma. Yo no sabía que decir ni que hacer, buscaba la mirada de Berta... ¡Ayúdame! Pero ella ni caso. Y cuando ya estaba a punto de echar a correr, la chavalita se sacó los melones del bikini y repetía una frase sin parar, que yo interpreté como:
-¿No te gustan mis tetas, eh?, ¿No te gustan las mías, eh?.
- Siiiii- Respondí, sin esperar que entendiese nada. Yo continuaba buscando la mirada de Berta, pero ella lejos de ayudarme sonreía sin hacerme ni caso..
La otra me cogió la mano y me la puso entre sus globos, y claro, la polla dura otra vez. Ella me pajeaba lentamente. Yo le apretaba los pezones. Unos segundos más y de un empujón me sentó en la taza, nuevamente. Entonces vi la luz. Esto ya era para cagarse, la otra cabrona me estaba chupando la polla y Berta, fuera del lavabo en pelotas no paraba de animarla, riéndose a carcajadas, pero a mi ya me daba igual, menudo aspirador. Cerré los ojos y aunque por un momento contemple la posibilidad de follármela, tuve que dejarlo correr porque mi polla pedía paso. Intenté separar su cabeza con una indicación de "me corro, me corro", pero ella hizo fuerza y siguió a lo suyo. Aumentó el ritmo, más, más y más, y lo consiguió. Me corrí en toda su boca, dentro. Berta miraba, acariciando a su amiga mientras esta acababa su "limpieza". Berta se acercó a mi y me besó, era un beso de despedida.
- Nos vamos a nuestro lavabo, hasta luego.
Tranquilamente salí del lavabo, no había nadie y me apoyé sobre el mármol mirándome en el espejo, abrí el grifo y me lavé la cara.
- ¡Que punto! ¡que punto!- No podía dejar de repetirlo.
Pero, coño, tenía que salir rápido y buscarlas, no se, pedirles el número de teléfono, quedar con ellas, ¡joder, algo!. Fui al bar, pregunté al camarero pero nada, se habían marchado. Busqué en el aparcamiento y lo mismo. Me tome una cerveza y entre una mezcla de cabreo y la felicidad por habérmelas follado me dirigí a mi hotel. ¿A qué?, ¡pues a contarlo, coño!.

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